Por Luciano Homero Vásquez
Es incuestionable que en la generalidad los dirigentes de los diferentes partidos políticos, los cuales captan la atención de la sociedad en general en sus discursos, que son tan prometedores, y al llevarlo a los hechos en sus funciones, hacen lo contrario demostrando su doble moral. Asumiendo una compostura de arrogancias, prepotencias, con un ego que los endiosan, perdiendo en su totalidad la norma moral de la humildad. Es cuando crean la desconfianza ciudadana hacia la clase política partidaria.
Una realidad social que afecta al mercado electoral, es nuestro sistema de derecho representativo ya que nuestros políticos, gobierno, estado, se valen de esta debilidad, para tomar en cuenta a la ciudadanía solo en tiempos de elecciones, esto hace que la sociedad se sienta utilizada cada 4 años, creando malestares, desconfianzas, desencantos, deserciones, en el electorado en general, que son reiterativamente utilizados y a la vez engañados.
La corrupción, inmoralidades e impunidad, que imponen ante la opinión pública los políticos al ocupar puestos legislativos, congresionales, municipales, estatales, en el manejo de la cosa pública, nos ha llevado como sociedad a sentir una impotencia, al ver que los que deberían dar el primer ejemplo ante la opinión pública, a las generaciones, son los principales promotores de los males sociales, que entorpecen el bien común en toda la nación.
Cuando los partidos llegan al poder fomentando el clientelismo, populismo, partidarismo, presidencialismo, así como la pobreza extrema, las inaccesibilidades a las prioridades fundamentales, junto a la mala calidad educativa moral, ética, cívica, que están ausentada en la formación del ciudadano, y por ende del político, creando las inconsciencias, conformismo e ignorancias colectivas, que nos llevan a ofrecer y recibir toda clase de dádivas, al mercado electoral, para que de una manera natural vendan el voto, sin importar la imagen, calidad, liderazgo, eficiencias, pulcritud, principios, costumbres, en la hoja de vida del candidato, que demuestra que ha sido un hombre o mujer, de formación intachable, que presente propuestas solutivas a los males que nos aquejan.
Todo esto cuando la sociedad puede percibir estas distorsiones, crea un mal generalizado ante el partido, el político contemporáneo, que es rechazado cada vez más cuando se reelige o se quiere postular.
Para los dolientes sociales es incuestionable el exterminio de la clase política, partidaria, en nuestro país, por la poca calidad de justica social existen en las funciones de los políticos, como de los partidos, que no velan por más nada que sus intereses materialistas…
Pues sus transformaciones en instituciones, personas mercenarias, que solo persiguen donde esta lo mio… Son culpable de ausentar los sentimientos humanos que debieran sentir por el bienestar ciudadano, de la patria, las familias, las generaciones…